307 goles en nosecuantos mil partidos...

Me perdí el tanto número 307 del Mi7o legendario. Había aprovechado el descanso para prepararme algo de comer y me encontraba en la cocina. Pero tanto da. El tanto fue tal y como había predicho: empujándola, aprovechando el rechace del portero a un disparo de Higuaín, que hizo una jugada típica de delantero, de las que hace cualquier atacante de cualquier equipo: coger el balón, avanzar en carrera hacia portería y chutar. Cualquiera, menos el Pollo, cuyos goles son a cada cual más grises, antiestéticos y cutre, aparte de ser producto de andar por el área no como un cazador, sino como un carroñero. Por cierto, en todo el partido fue el único disparo de nuestro delantero centro entre los tres palos. Sólo uno en 90 minutos, lo que dará pie a más de uno para que hable de su "efectividad".

Hasta entonces, la leyenda mítica nos había regalado otro partido de los suyos. Dice el AS hoy que "Di Stéfano" ya tiene con quién hablar. ¿Con éste? ¿De qué? ¿De cómo puede un jugador fallar todos y cada uno de los pases que realiza durante 45 minutos? Incluídos dos cambios de juego que hasta un crío de tres años sería capaz de enviar al compañero, a sus cercanías, y que acabaron estrellándose contra adversarios que pasaban por ahí. ¿De cómo puede tener tan mala colocación que acabe desviando con la chepa un disparo a la cruceta, desde fuera del área, de un Higuaín al que se le ha quedado permanentemente cara de querer matar a alguien?

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En esa crónica del partido, dice el AS de ese tanto número 307 que "lo celebró sin teatralidad, lo que se agradece, señalándose el nombre y el dorsal, que es su forma de reivindicarse ante los que dudan." Por lo visto, que ÉL celebre su tanto pegando botes, separándose del resto y señalándose SU nombre y SU número, es toda una muestra de humildad. A no ser, claro, que haya leido mal y estén contando cómo celebró el otro, el gol de Robben, el golazo, porque no se le ve en ningún momento unirse al resto o felicitar al holandés.

Bueno, pues ya está. Llevamos meses con lo del récord y al final llegó. Esperemos que nos dejen en paz. Por si acaso, un deportista de élite de verdad como Rafa Nadal acaba de sumar otro título a su ya larga lista. Por primera vez, un español se lleva el open de Australia. Mañana las portadas se llenarán del careto del tenista y el gol 307 pasará a la historia; si no es por lo del tenis no habría quién aguantara esta semana. España es una potencia mundial en deporte desde que iniciamos este mileno. Balonmano, baloncesto, tenis, ciclismo... ¡hasta fórmula uno! Cómo está el deporte español, señores. Qué curioso que en fútbol la eclosión haya tardado más en llegar, ¿verdad? No ha sido hasta que el contertulio de Di Stéfano ha sido apartado de la selección que el deporte rey de esta piel de toro ha alcanzado unas cotas similares a las de otras disciplinas. Da que pensar. Como da que pensar el hecho de que, desde que el capitán Tan se puso el brazalete, el Madrid ha entrado en uno de los ciclos más inestables institucionalmente que se recuerdan. A ver si tenemos en cuenta esas cosas a la hora de escribir crónicas sobre la carrera del Mítico Mito.