Roberto Carlos anunció el pasado jueves en los micrófonos de Onda Cero que éste será su último año como jugador del Real Madrid. La decisión no puede ser más acertada. Hace demasiadas temporadas que el "tres" madridista es historia y ha llegado el momento que entre en ella y acompañe al Roberto Carlos que fue uno de los mejores laterales zurdos de todos los tiempos y al que no hemos visto en los últimos años. El brasileño ha considerado su clamoroso fallo en el Alianz frente al Bayern -que dio lugar al primer gol antes de que el cronómetro marcara los diez segundos- como un mensaje divino que le avisa de que su tiempo en el Madrid se ha terminado. Dios debe estar de vacaciones en lo que respecta al Real Madrid, de lo contrario le habría enviado ese mensaje hacía mucho tiempo. Bueno, no le echemos la culpa: el hecho es lo hizo en bastantes ocasiones. Su falta de entendimiento con Casillas, que propició el primer tanto de Eto'o como barcelonista en un clásico o el fallo de marcaje a Henry que apeó a su selección del mundial deberían haberle metido en su rasurado cráneo que los años pasan para todos, y para los deportistas, pesan. Sin embargo insistió en seguir su carrera en el Real Madrid rechazando una supuesta megaoferta de un equipo turco.
La decisión de Roberto Carlos le sitúa en las antípodas de otro de los capitanes del equipo... perdón: del capitán del equipo. El brasileño sí reconoce el cambio de ciclo y la necesidad de revolución en la plantilla (que por otra parte cada vez parece más pausible según se extienden los rumores) para la próxima temporada. El Pollo debería aprender de su compañero, que ha tomado la decisión correcta de irse antes de que le echen. Con ello consigue borrar de su recuerdo los malos momentos y que los buenos brillen por méritos propios. El Roberto Carlos que será recordado no es el de los últimos años, sino el de ese joven negrito que Capello trajo de Italia, ese que era el amo y señor absoluto de su banda, el de los cañonazos imparables, el que hacía temblar las barreras, el de la "bomba inteligente", el que con su jovialidad se ganó el cariño de la afición, el que hará que derramemos alguna lagrimita cuando le veamos por última vez vestido de blanco. El amargado, el que metía la pata en las ruedas de prensa, el que ya no podía bajar como antes y dejaba vendido al central, el que perdía la posición, el que se obcecaba en marcar desde decenas de metros con el único resultado de enviar el balón a la grada o propiciar un contraataque cuando éste era repelido por la defensa y quedaba en poder del contrario, caerá en el olvido.
El Pollo Loco debería tomar nota, aunque tras su última rueda de prensa ha dejado bien claras sus posiciones: ni se considera acabado ni se va a ir por voluntad propia, y el equipo está bien como está. La paciencia del madridismo para con él se agota día tras día y su escaso crédito peligra. Entre ser recordado como el jugador que representó al club en unos años gloriosos y ser recordado como el tío que al final tuvimos que echar por las malas, que el cabrón no concebía que hubiera un Real Madrid antes y después que él, la peste del vestuario, el tío que más daño ha hecho al club en los últimos tiempos, media un abismo. Estar en la Historia del club estará, pero el cómo es muy importante. Porque no es lo mismo entrar por voluntad propia que ser arrojado por la fuerza. Y en estos casos, aunque también en la Historia, donde acaba uno es en lo que Karl Marx llamó "el basurero de la Historia".
La decisión de Roberto Carlos le sitúa en las antípodas de otro de los capitanes del equipo... perdón: del capitán del equipo. El brasileño sí reconoce el cambio de ciclo y la necesidad de revolución en la plantilla (que por otra parte cada vez parece más pausible según se extienden los rumores) para la próxima temporada. El Pollo debería aprender de su compañero, que ha tomado la decisión correcta de irse antes de que le echen. Con ello consigue borrar de su recuerdo los malos momentos y que los buenos brillen por méritos propios. El Roberto Carlos que será recordado no es el de los últimos años, sino el de ese joven negrito que Capello trajo de Italia, ese que era el amo y señor absoluto de su banda, el de los cañonazos imparables, el que hacía temblar las barreras, el de la "bomba inteligente", el que con su jovialidad se ganó el cariño de la afición, el que hará que derramemos alguna lagrimita cuando le veamos por última vez vestido de blanco. El amargado, el que metía la pata en las ruedas de prensa, el que ya no podía bajar como antes y dejaba vendido al central, el que perdía la posición, el que se obcecaba en marcar desde decenas de metros con el único resultado de enviar el balón a la grada o propiciar un contraataque cuando éste era repelido por la defensa y quedaba en poder del contrario, caerá en el olvido.
El Pollo Loco debería tomar nota, aunque tras su última rueda de prensa ha dejado bien claras sus posiciones: ni se considera acabado ni se va a ir por voluntad propia, y el equipo está bien como está. La paciencia del madridismo para con él se agota día tras día y su escaso crédito peligra. Entre ser recordado como el jugador que representó al club en unos años gloriosos y ser recordado como el tío que al final tuvimos que echar por las malas, que el cabrón no concebía que hubiera un Real Madrid antes y después que él, la peste del vestuario, el tío que más daño ha hecho al club en los últimos tiempos, media un abismo. Estar en la Historia del club estará, pero el cómo es muy importante. Porque no es lo mismo entrar por voluntad propia que ser arrojado por la fuerza. Y en estos casos, aunque también en la Historia, donde acaba uno es en lo que Karl Marx llamó "el basurero de la Historia".
2 comentarios:
Excepcional artículo. Yo creo que Roberto Carlos, al igual que otros muchos jugadores que han huído (o se vieron forzados a ello para dejar sitio el intocable 7), lo han hecho también por el ambiente enrarecido que se masca en la plantilla del Madrid. Soportar a "il capo del Baul", que hace y deshace a su antojo, con su mediocre juego actual, y sus estadísticas, que incluso le harían indigno de jugar en el Tomelloso, debe ser complicado. De todas formas, una retirada a tiempo la de Roberto Carlos (hace ya un par de temporadas debería haberlo hecho), pero es algo que le dignifica, en cambio, mucho me temo que a Baul Gonzalez lo soportaremos años y años, por increíble que parezca.
Muchas gracias por el piropo.
Pues sí, el caso de Roberto Carlos debería servir de ejemplo de que para un jugador prolongar innecesariamente la estancia en un club puede ser nefasto. Mucho mejor recuerdo tendríamos de él si hubiera hecho las maletas hace un par de años. Pero bueno, más vale tarde que nunca.
Al menos ha reconocido que se quedó para no irse del Madrid sin ganar un título, que es algo que al capitán parece que le importa un pimiento.
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