Derrengado en el sofá a la espera de la comunión cósmica con el resto del madridismo -"juntos podemos", ya sabéis- decidí consumir las horas previas al Celta - Real Madrid viendo una película. La elección no pudo ser más acertada: El Álamo, dirigida y protagonizada por John Wayne en 1960. La verdad es que ver esa película es siempre un acierto, pero esa tarde lo era aún más porque pocas películas hay que exhalen tal ambiente de camaradería, sacrificio por unos ideales, honor y cumplimiento del deber. La película recrea una gesta de la historia de los EE.UU. como fue la resistencia de un puñado de texanos, entonces ciudadanos de México, contra el ejército del General Santa Ana. Menos de 200 hombres entre soldados regulares y voluntarios texanos y de Tennessee se hicieron fuertes en las ruinas de una antigua misión española y durante varios días defendieron su libertad frente a un ejército enemigo de 7.000 hombres. Al final no quedó vivo ni el apuntador, pero por lo menos consiguieron retrasar el avance de las tropas de Santa Ana y ganaron un tiempo precioso para que el general Houston formara un ejército con el que detener su avance. El resto, como suele decirse, es Historia. Texas pasó de ser una provincia mexicana a un territorio independiente que acabó integrándose en la Unión norteamericana.
La película -espectacular- dura más de dos horas y media. Aún así se me hizo más corta que el partido. Y eso que no era la primera vez que la veía, pero el partido tampoco me pilló por sorpresa: plomo total. Once bultos sospechosos correteando por el terreno de juego, grises caricaturas de jugadores de fútbol que eran incapaces de dar tres pases seguidos pero que repitieron la táctica de siempre, esto es, inspirar tanta lástima que la diosa Fortuna acabó por sonreirles de nuevo. Qué mal se jugó para que nos eligiera a nosotros antes que al Celta, que pese a no realizar mal fútbol sólo ha sido capaz de ganar un partido en su estadio en todo lo que llevamos de Liga. Es decir, que a diferencia de la película de Wayne, aquí ganaron los buenos.
Luego, como es de rigor, acudo a internet para ver cómo tratan los de Prisa y los de Recoletos lo sucedido en Vigo. Marca, el medio que más coba le da al "Todos juntos podemos" (o como puñetas sea) tituló la crónica "Siguen soñando". No deja de tener su gracia que quiénes más han sacudido al equipo durante toda la temporada nos vendan tanta ilusión ilusionante. ¿Alguien en su sano juicio cree realmente que el madridismo puede soñar con el título de Liga? Creo que lo que hacen partidos como el de Balaídos es retrasar lo inevitable, que es la gran desilusión de otro año en blanco. Porque cualquiera que haya visto el partido sabe que sería un milagro que este equipo se clasificara para la Champions, y lo de ganar la Liga ni os cuento. Tal como yo lo veo, los madridistas somos como los hombres de "El Álamo", que decidieron permanecer entre las ruinas aun a sabiendas de que todo estaba perdido, que la ayuda nunca iba a llegar a tiempo y que el ejército mexicano les iba a pasar por encima. Parapetamos nuestra ilusión en una ruina de equipo como ellos pusieron su esperanza en las ruinas de una misión y, de igual modo que para aquellos hombres cada día no representaba un paso más hacia la victoria, sino hacia el desenlace inevitable de su muerte, para nosotros cada partido representa un paso más hacia el batacazo, nos pongamos como nos pongamos y nos duela lo que nos duela. Llegará el día en que Marca tendrá que reconocer en su portada que la Liga ya está fuera de nuestro alcance, pero hasta entonces venderán periódicos gracias a la ilusión ficticia de que el general Houston está con sus miles de soldados a menos de un día de distancia. Claro que a nosotros no nos levantarán un monumento, nos tratarán de pringados, crédulos y gilipollas. Y las culpas, a Capello y la plantilla, de la que todos sabemos que no da más de sí.
Y aquí se acaban los paralelismos con la película de Wayne, que ya es triste. Nos podríamos dar con un canto en los dientes si pudiéramos comparar a los héroes del Álamo con lo que tenemos en esa casa. Calderón no le llega ni a la suela de los zapatos al leal, idealista y sincero Davy Crockett, interpretado por John Wayne, aunque el climax de la cinta, Crockett se autoinmola haciendo estallar el arsenal y llevándose por delante a un buen número de sus enemigos, y eso es algo que me temo no dudaría en hacer Calderón aun a costa de hacer volar por los aires todo el edificio institucional. Mijatovic se parece a Jim Bowie (Richard Widmark) en que se despeina poco, y entre el capitán eterno y el coronel Willian Travis, al que da vida Laurence Harvey, hay más distancia que entre el sol y Alfa-Centauri. "Es un estirado pero es valiente y tiene nervios de acero", comentaban en un momento de la cinta Bowie y Crockett sobre el coronel. Igualito que Raúl, que a los tres minutos falló un uno contra uno sólo ante el portero que hasta mi abuela parapléjica habría introducido entre los tres palos. Por no hablar de la lealtad a la causa y la mano dura, pero nunca sin dejar de lado el honor y la caballerosidad, con la que trataba a la tropa y a los voluntarios. Y de la pinta, ni os cuento. Un dandy el coronel hasta el fragor de la batalla. Al capitán le mirarían extrañado los alcohólicos y gamberros voluntarios de Teneessee. Vamos, es que ni los indios le dejarían entrar en su tipi.
1 comentario:
Es una pena que las palabras honor, decencia y compromiso no formen parte del lenguaje de la vieja tropa Rauliana para morir en el campo mientras dan el relevo generacional tan necesario.
Esta gente es todo lo contrario, mejor arrastrarse cual pollo sin cabeza antes de dejar paso libre al futuro, antes se cargan el Madrid que sacrificarse ellos por el bien del club que muchos dicen amar.
Publicar un comentario