Uno tras otro, los jugadores que deberían ocupar la posición de Raúl van saliendo del club por la puerta de atrás. Owen duró una temporada en el club tras la cual decidió volver a Inglaterra al verse relegado al banquillo por la figura del capitán, y eso que pese a ser su suplente había demostrado una eficiencia cara al gol muy superior a la del Eterno Titular. Tras él llegaron Baptista y Robinho, el primero con una media de goles en el Sevilla superior a los veinte goles por temporada y el segundo con el cartel de ser el futbolista con mayor proyección de Brasil. Pues ni por estas. Hoy día Robinho permanece en el banquillo para regocijo de un amplio sector del público del Bernabeu que se solaza viendo al capitán correr de un lado para el otro sin destino fijado pero que abuchea al brasileño por no marcar gol en los diez minutos que le dejan jugar.
Baptista tiene la suerte de haberse librado de la alargada sombra del capitán al haber sido cedido al Arsenal. Raúl ya puede apuntarse otra muesca en su revolver a espera de lo que pase con Robinho, del que no sería extraño que acabara mandando a paseo a todo el club y terminara dándole patadas al balón en otro país. A cambio de Baptista, el Arsenal cede a Reyes al Madrid. Es un excelente fichaje. No va a sentar a Raúl porque a estas alturas, tras haber dejado un reguero de cadáveres a su paso, nos hemos hecho a la idea de que NADIE va a sentar a Raúl, JAMÁS. Pero es un excelente fichaje porque alegrará bastante el banquillo con su gracejo andaluz. Que se vaya haciendo a la idea de que ese será su destino pese a que hoy en la concentración de la selección española, tras confirmarse su fichaje, ha declarado que está dispuesto a quitarle la titularidad, porque Raúl es, efectivamente, un símbolo. Es como el escudo... no, aún más: hay muchas más posibilidades de ver al equipo saltar al cesped sin el escudo en la camiseta que sin Raúl.
El cierre del mercado de fichajes no ha dejado lugar a la sorpresa: Ronaldo se queda en el Madrid. El público del Bernabéu tendrá una nueva oportunidad de sacar adelante a un jugador de calidad demostrada o bien de hundirlo definitivamente en la mierda. Porque el Bernabéu le critica que no haga las cosas que hace nuestro delantero -capitán, que es correr, correr mucho, más. Ronaldo sólo se limita a marcar goles y ese tipo de delantero no gusta a parte de la parroquia. Si Ronaldo sintiera de parte del público solo la mitad del calor que le dan a otros por no hacer ni las malas, veríamos cual sería su rendimiento. Pero es de temer que este año se repita lo del anterior: Raúl baja hasta la defensa, sube el balón a base de pasecitos horizontales, como si de un jugador de balonmano se tratar, mientras los contrarios, con la defensa ya montada, esperan con toda la tranquilidad del mundo. Al final, pasecito a Ronaldo. El público exultante. Ronaldo, ese extraño delantero que entiende que lo suyo es irse arriba y marcar goles, se tiene que encarar con un bosque de piernas del rival: sale del primer regate, se va de trompicones del segundo contrario y acaba perdiendo el balón. El público le abuchea. Así va la cosa, y así nos tememos que continuará. Eso sí, con Reyes de espectador en el banquillo por Baptista como novedad.
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